Sin preámbulos, aunque esto sea un prefacio o texto liminar: ¿existe un arte de la discapacidad?, es más, de no existir, ¿es deseable que surja un arte de la discapacidad, que ese hecho, que esa experiencia personal y social, sea lo que haya de ser esta, la discapacidad (y desde luego su estatuto dista mucho de resultar nítido; no es en cuanto a identidad, una realidad acabada y conclusa), acote o perfile o nutra una corriente, un tópico o una disciplina o expresión artística con entidad propia, distinta y hasta distinguida? Seguramente no, ni existe, ni se revela siquiera como deseable, aunque si el arte es algo, sería aquella esfera en la que las leyes decaen y las aseveraciones se desmienten a sí mismas. Un terreno derogado y falente, que sin embargo persiste, sustentado y hasta con apariencia de firmeza. No hay arte de la discapacidad, concluyamos provisionalmente; tampoco es recomendable que invoquemos ni proveamos por un arte de esa guisa, pero que la discapacidad es materia (y material) de arte o para el arte está fuera de duda. Y acaso sea esta su mejor baza. No un arte de la discapacidad, sino la discapacidad como un elemento productor o inductor de arte. 

 

No hay nada sencillo, se ha dicho, todo postula el universo; la discapacidad, pues -también la discapacidad, por qué no-, encierra en potencia o puede desplegar en acto la suma de todas las experiencias posibles dables al ser humano, por otro nombre plenitud y que está en el interior de todo logro artístico. La discapacidad en el artista; la discapacidad en la mirada y en las mientes del artista; la discapacidad ajena, introyectada y proyectada, de modo confeso o tácito, en la obra del artista, en ese trasunto refinado de la vida. No hay materia menor para el arte -en ese sentido es profundamente democrático- todo es aprovechable y útil para su propósito de reelaborar y estilizar el mundo, prometiendo revelaciones que por más que se proclamen nunca dejan de sorprender y cautivar.

 

Esto y más subyace en la VII Bienal de Arte de la Fundación ONCE, el intento más serio de vincular discapacidad y arte llevado a cabo en España, sin concesiones paternalistas ni efusiones hirientes de sensibilidad no solicitada, que ha sido tristemente la tónica de quienes desde el ejercicio oficial del arte han reparado, las pocas veces que lo han hecho, en eso, a su juicio subalterno, llamado discapacidad. Esta Bienal es una convocatoria sugeridora y festiva a celebrar no la idea falsa y aduladora de que en todas las personas con discapacidad anida un artista genuino, que constituiría la limosna que deposita una mano arrogante, sino la convicción y la profesión de fe de que el arte, como bien y como valor, no hace acepción de personas. La de que el arte es tal no cuando se repliega y encierra, sino cuando se abre y se ofrece. Apertura que no clausura. 

 

(*) Texto del prefacio del Catálogo general de la VII Bienal de Arte de la Fundación ONCE 2018